Cautiva, como el mar, de su impotencia,
la soledad reclama
para sí el territorio devastado
de la memoria y vuelve devota al sitio mismo
donde tuvo el amor la dicha de su instante.
Más allá del amor
no hay otro amor que su derrota, pero
nada fuera el amor sin su paisaje,
sin la herida que queda pronunciándolo.
Nada más que su ausencia lo define.
Amar después de amar,
a espaldas de ese tiempo que fue el nuestro.
Castigar a la lumbre con el fuego
para así más amar, sin advertir
que el Amor es quien ama por nosotros
y que somos, amor, su propia deuda.
De Copa de sombras. 2009