La muerte siempre avisa a los incautos, que acaban luego como Camilo por
atender al guiño oscuro de sus premoniciones. Camilo había visto un pez brillar
en el fondo de la noria. Tiene que ser de plata, se decía. Ciego por su
codicia, dio en sacar agua y más agua hasta que pudo bajar al fondo y
atraparlo. Pero no era un pez. Lo que Camilo había visto brillar era una enorme
faca con hoja de acero y cachas de nácar. A la mañana siguiente, fue Tinoco
quien se lo encontró. Estaba tirado contra las matas del toronjil con un tajo
en el cuello. Acudió también el forense, pero con la navaja nunca dieron. Sólo
encontraron un pez. Un pez de plata hermoso junto al muerto.
De Habas contadas. 2010
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