La col en su recato
apenas guarda otra
cosa que su ternura.
Aquel que busca en
ella
con la codicia torpe
de la voracidad
sólo la nada encuentra.
La col en su pudicia
guarda apenas la escarcha
carnal de su deseo.
No tiene corazón,
pero se entrega toda.
De Azogue
impuro, 1996.
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